domingo, 29 de noviembre de 2009

LA POESIA DE LA ERA HEIAN



Este breve trabajo tiene como intención exponer el valor y la belleza de la poesía en el Japón antiguo, específicamente en la Era Heian, marcando algunos elementos que caracterizan a una de las obras literarias predominantes de esa era.

Ono no Komachi,

poeta del Kokinshuu.




La obra que vamos a tratar en este trabajo es el Kokinshuu[1], una antología de 1111 poemas cuya compendio fue ordenado por el Emperador Daigo en el año 905, es decir a comienzos del siglo X. Sus compiladores fueron poetas reconocidos, miembros de la nobleza media y baja.

Si bien esta obra no constituye la única colección de poesía que se produce en esa época (otras que se pueden mencionar son Ryoounsha, Bunka Shurureishuu y Keikokushuu), se destaca históricamente por un valor en particular, entre otros que podrán ir apreciándose en el transcurso de este texto. Ese valor particular radica en que los poemas que lo componen fueron escritos originalmente y por primera vez en japonés, lo cual señala un despegue con respecto a la escritura china predominante en la etapa anterior.

De todos modos no debería descartarse algún tipo de influencia china, puesto que si se realizara un estudio trazando algunos paralelismos entre la poesía de ambos países, varios elementos podrían encontrarse en común. Así lo expresa Hellen Mc Cullough en su introducción al trabajo realizado por el Profesor Konishi Jinichi[2] sobre ese tema: “La elegancia y gracia del estilo del Kokinshu ha sido considerada siempre japonesa por excelencia. Se ha reconocido que muchos trabajos literarios de origen chino, particularmente aquellos pertenecientes al período de las Seis Dinastías, han ingresado a Japón durante los siglos siete, ocho y principios del nueve, pero la posibilidad de una relación cercana entre la poesía china y el Kokinshu nunca ha sido seriamente investigada.”.

Por otra parte, el hecho de que la compilación del Kokinshuu haya sido ordenada por una entidad política de tan alto rango como el Emperador, es una muestra de la importancia que para Japón tenía la poesía y de la intención de preservarla como patrimonio nacional. Aunque cabe mencionar que existió otra gran compilación y primera antología de poesía japonesa llamada Manyooshu correspondiente al período Nara.

Esta colección de poemas antiguos y modernos no solo se constituyó una obra de enorme valor nacional para la época sino que además se transformó rápidamente en un legado para las futuras generaciones y una fuente de la cual beber. Así lo expresa Ki No Tsurayuki, uno de los compiladores del Kokin y autor de su prólogo en japonés: “Durarán tanto como las corrientes que descienden de las montañas, darán lugar a otros poemas tan numerosos como los granos de arena que hay en las playas y darán placer hasta que los guijarros se conviertan en rocas.”.

El género poético del Kokin es el waka o poesía escrita en japonés (literalmente significa “poema japonés” o “canción japonesa”) y se distingue del kanshi, poesía escrita en chino que predominó en Japón durante los siglos VIII y IX. Según Carlos Rubio, traductor en español de la obra, “en la segunda mitad del siglo IX, el waka había asumido un nuevo papel elevándose a arte”, esto se puede observar en el hecho de que existían espacios sociales dedicados a su presentación, tal es el caso de los lugares donde se realizaban certámenes poéticos en los que expertos juzgaban el resultado estético de los poemas (uta awase).

Una de las preguntas que se suscita es cuál fue el punto de inflexión que permitió el triunfo del waka por sobre el kanshi en este siglo y no en el anterior. Quizás la respuesta no consista en una única causa sino en una confluencia de razones relacionadas con un proceso histórico, como ser el declive de la asimilación cultural de China que se observa en esa época con la prohibición de enviar misiones diplomáticas a ese país (recordemos que anteriormente esa había sido la vía de acceso a dicha cultura); el desarrollo de una escritura propia, el kana (hiragana y katakana juntos) y por último, el hecho de que Japón ingresó en esa época en una etapa de estabilidad y consolidación nacional, a diferencia del período anterior caracterizado por numerosas luchas de poder. Recordemos además que el triunfo de este estilo se da en un período que se caracterizó por un gran florecimiento cultural.

El poeta Tsurayuki al comienzo de su prólogo establece claramente el lugar en que emerge la poesía en Japón. Dice: “La poesía del Japón tiene su semilla en el corazón humano…”, señala de este modo que ese lugar se encuentra nada menos que en el hombre, más precisamente en su emoción. La poesía es inherente entonces al hombre, por lo tanto es una actividad universal.

En cuanto a este otro párrafo del prólogo: “La poesía mueve sin esfuerzo el cielo y la tierra, agita los sentimientos de los espíritus y de los dioses, invisibles…”, resulta interesante reflexionar sobre una lectura realizada por Donald Keene[3], y que va aun más allá: “la poesía tiene la capacidad de afectar a los seres sobrenaturales, no como en Occidente, donde los seres sobrenaturales hablan a través del poeta”. Esta interpretación resalta una inversión en el sentido que cobra la inspiración en Japón respecto de Occidente, ya que al contrario de lo que allí siempre fue concebido: el poeta recibía la inspiración a través de las Musas, en Japón la poesía misma es capaz de convocar a los seres sobrenaturales. De este modo se pone en lo humano y ya no en lo divino lo que engendra poesía, en el hombre en cuanto es afectado por todo aquello que se halla en el mundo, por algo tan cercano como la naturaleza misma. Al decir “corazón humano”, se refiere a que cualquier hombre, y no uno particular o dotado de alguna capacidad especial, puede conmocionarse y expresarse poéticamente a raíz de esa conmoción.

Además, Tsurayuki realiza una preceptiva de la poética, a través de la enunciación de seis principios y la exposición de una crítica aguda sobre algunos de los considerados Seis Genios Poetas[4]. Esta preceptiva indica las cualidades que un buen poema debe poseer, en resumen: sinceridad del sentimiento, gran expresión pero no excesiva, correspondencia semántica, naturalidad, claridad y fluidez, y forma delicada.

La poesía japonesa, principalmente el tanka y el haiku, se caracteriza en general por su corta extensión, lo que impone un límite a la posibilidad de expresión, ya que el poeta debe condensar toda ella y lograr efectividad dentro de esa breve medida. Por otro lado, esta poesía no posee rima, debido a que sus palabras terminan en vocales.

Otra de las características que resultan sumamente distintivas y valiosas al enfrentarse a un poema japonés, cuando se trazan comparaciones groseras con la poética Occidental, es la sencillez del lenguaje a la par de una complejidad en su sugerencia. Su corta extensión y una temática simple parecieran no conspirar contra la profundidad que inspira.

D. Keene encuentra que otra de sus cualidades distintivas yace en la sugestión de los poemas, que expresan los sentimientos que inspira la naturaleza; pero se desconoce una conexión más personal, la revelación que produce esa experiencia de contemplación. Quizás esta irresolución quede como una puerta abierta al lector o, tal vez, sea una manera de no interceptar aquella superioridad de lo natural y del sentimiento espontáneo; algo así como un “mirar la flor y no tocarla” o como lo exponen las siguientes palabras de un monje budista allá por el año 1300, Kenko Yoshida: "En todas las cosas, la uniformidad es un defecto. Es interesante dejar algo incompleto y por terminar; así se tendrá la sensación de que mediante esa imperfección se prolonga la vida de los seres".

Los poemas que la colección incluye se encuentran escritos en tanka, un tipo de poema con una estructura de 31 sílabas en versos de 5/7/5/7/7 sílabas; donde los 3 primeros (5/7/5) y los 2 últimos (7/7) forman dos unidades sintácticas y semánticas y la tercera línea actúa como pivote entre los dos primeros y dos últimos.



Hana chirasu (5)

kaze no yadori wa (7)

tare ka shiru (5)

ware ni oshieyo (7)

yukite uramimu (7)
¿Hay quien conozca

la morada del viento

que abate flores?

¡Hasta ella yo iría

de pesar a quejarme!




Otra de las características del Kokinshuu es su organización. La obra se encuentra ordenada temáticamente en lugar de cronológicamente, lo que hace que su lectura sea más amena al tratarse de una compilación de tanta magnitud.



Los poemas se encuentran agrupados bajo los siguientes temas:

- Estaciones

- Asuntos varios (felicitación, despedida, viaje, acrósticos)

- Amor

- Asuntos misceláneos



Entre ellos, los más numerosos son aquellos que se relacionan con las estaciones y el amor.

En cuanto a los autores que incluye la compilación se encuentran muchos anónimos y otros poetas de envergadura como Ariwara no Narihira (autor de Cantares de Ise), el propio Ki No Tsurayuki, Ootomo no Kuronushi, Ono no Komachi.

Todos los poemas que integran la obra son de carácter emocional y no existe ninguno que sea intelectual o donde no esté presente la emoción. Su tono es melancólico y/o de gozo. Existe en muchos de ellos expresiones de nostalgia sobre el tiempo que pasa, y sobre la brevedad del existir humano, pero esta especie de tristeza es bella y no angustiante.



Los temas que aparecen en forma recurrente son:

v la naturaleza: en comparación continua con el hombre y sus sentimientos. La naturaleza es idolatrada por su belleza y se impone por sobre lo humano;

v el tiempo: hay una continua alusión a la permanencia o fugacidad de las cosas;

v el amor: en su mayoría se expresan los sentimientos provocados por la ausencia, separación o recuerdo del bien amado. O sueños o reflexiones sobre el amante:



Yume ni dani

Au koto kataku

nariyuku wa

ware ya i o nenu

hito ya wasururu


Hasta en el sueño

difícil me resulta

a mi Amor ver

¿Es que no sé dormir?

o ¿es que se me ha olvidado?




anÓnimo. Kokinshuu p. 218

o



Nagarete wa imose

Imose no yama no

naka ni otsuru

yoshino no waka no

yoghi ya yo no naka


Rio Yoshino

que a este monte Imose

fluyendo corta,

así el río del mundo

separa a los amantes




anÓnimo. Kokinshuu p. 222



En el poema que se transcribe a continuación se puede observar una conjunción de algunos de los elementos señalados anteriormente: lo efímero y su belleza en los sutiles pétalos que caen, su comparación con lo que acontece en este mundo, el valor superlativo de la naturaleza y un desprecio por la permanencia, en contraste con la apreciación de lo efímero:



Nokorinaku

chiru zo medetaki

sakurabana

arite no yo naka

hate no ukereba


Tan blandamente

tus pétalos derramas,

flor de cerezo.

¡Qué odioso y duro cuanto

en este mundo queda!




anÓnimo. Kokinshuu p. 121





Expuestas en este trabajo las particularidades que hacen tan valorable esta obra, tanto histórica como culturalmente, resta a los lectores sumergirse, al decir de Borges, en la “modesta y secreta complejidad” que brindan los poemas del Kokinshuu y quedar impregnados por la honda y sincera emoción que de ellos emana.







Notas:


[4] Los Seis Genios Poetas fueron: Otomo no Kuronoshi, Ono no Komachi, Ariwara no Narihira, Kisen Hoshi, Sojo Henjo y Bunya no Yasuhide.

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