La doctrina de Mencio
El primer pensador de la escuela de los letrados que alcanzó fama después de Confucio fue Mencio, nombre latino para Meng acuñado por los jesuitas del siglo XVII.
La mayoría de los investigadores aceptan que nació en el año 371 a.C. y murió en el 289 a.C. en una localidad cercana al estado de Lu, donde nació Confucio.
Con sus discípulos compuso el tratado que lleva su nombre; éste está repartido en siete libros, cada uno dividido en dos partes. Esta obra incluye las conversaciones entre Mencio y los nobles de su tiempo, y entre él y sus pupilos; más tarde se convirtió en uno de los «cuatro libros» que durante muchos años han constituido la base de la educación confuciana.
Al igual que Confucio, Mencio ponía un especial énfasis en la benevolencia (ren) que equiparaba a la humanidad. Mencio difería de Confucio en que relacionaba estrechamente humanidad y rectitud y fue el primer confuciano que consideró humanidad y rectitud como elementos básicos de la verdadera humanidad. Mencio creía que todos los hombres había nacido con la misma clase de naturaleza humana y que ésta es buena.
Según cuenta Mencio, en su época existían diversas teorías sobre la naturaleza humana. En primer lugar, la que afirmaba que ésta no es ni mala ni buena. Mencio rebate a un filósofo llamado Gao Zi, quien defiende que la naturaleza humana es intrínsecamente neutra, por lo que la moralidad es algo que debe incorporarse desde el exterior. Mencio insiste en que la naturaleza humana es buena de forma innata.
Otra teoría afirmaba que la naturaleza humana se le podría hacer que fuera buena o mala; había también otros que decían que la naturaleza de algunos hombres es buena y la de otros mala.
Mencio penetra en un ámbito muy discutible cuando se refiere a un sentido innato del bien y del mal. Sus argumentos son mucho más sólidos, no obstante, en lo que respecta a la compasión: «El sentimiento de compasión está en la base del amor al prójimo. El sentimiento de vergüenza y desagrado está en la base de la rectitud. El sentimiento de gratitud y modestia está en la base de la corrección y los sentimientos de aprobación y desaprobación están en la base de la sabiduría». «Todos los hombres poseen estas cuatro bases en su yo; si saben cómo desarrollarlas y llevarlas a su plenitud, serán como el fuego que empieza y toma cuerpo o como la fuente que brota y aumenta su caudal. Si las completan, bastan para proteger el universo; si no las completan, no podrán proteger ni a sus propios padres».
Siguiendo las tesis de Confucio, Mencio mostró su desagrado por el interés o beneficio. El deber ha de ser cumplido, independientemente de sus frutos. La rectitud está por encima de la propia vida.
Tanto Confucio, como la escuela de los letrados, como Mencio, han puesto el énfasis en la dicha de ser un hombre bondadoso.
Arrancando de razones psicoéticas en relación a la naturaleza humana, Mencio formuló varios argumentos metafísicos que llegarían a tener un hondo efecto en la espiritualidad confuciana, a saber: «En primer lugar, su visión de la naturaleza humana confirma que el Cielo (tian), que instiló una naturaleza tan buena a los seres humanos, tiene que ser él mismo bueno y fuente de bondad. Como fuente de bondad, el Cielo es juez y sanción supremos de la conducta humana. En segundo lugar, ve el camino del aprendizaje como proceso de cultivo de uno mismo, que extiende su sentido moral y acumula rectitud. El cultivo de uno mismo no solamente conserva la innata naturaleza buena de uno, sino que es también la forma de servir al Cielo. En tercer lugar, si uno desarrolla al máximo su corazón, será capaz de realizar su propio destino y convertirse en un Gran Hombre».
Los principios morales del hombre son principios metafísicos del universo, y la naturaleza humana ejemplifica estos principios. Es precisamente a este universo moral al que se refiere Mencio cuando menciona el Cielo, y una comprensión de este universo moral es lo que Mencio denomina «conocer el Cielo».
Mediante el completo desarrollo de su naturaleza, el hombre puede llegar a conocer el Cielo e incluso puede llegar a identificarse con él. Asimismo, el hombre que ha logrado la virtud de la benevolencia anula las distancias entre él y el resto de los hombres, entre el individuo y el universo, y descubre todas las cosas en su propio interior.
La doctrina de Xun zi
Los más importantes sabios de la escuela de los letrados fueron Confucio, Mencio y Xun zi. Este último, al revés de Mencio, que siempre encarnó para los chinos las tendencias idealistas de la escuela confuciana, está considerado como el máximo exponente de la denominada corriente realista.
El libro que lleva su nombre está dividido en treinta y dos capítulos; si exceptuamos los cinco últimos, añadidos probablemente por pensadores confucianos del período Han, y algunas secciones más, la obra es muy probable que fuera escrita por él mismo.
Defiende la tesis de que la naturaleza humana es mala y lo que tiene de bueno es artificial. La naturaleza del ser humano es mala, lo que pueda haber de bueno en él es fruto de la formación adquirida. Es imprescindible que los hombres sean transformados por los maestros y las leyes, y guiados por li y por la justicia; sólo entonces serán solidarios, amables y afables, y sólo así será posible la convivencia en paz.
Si el ser humano da rienda suelta a su naturaleza, se desatan las pasiones y es necesario una disciplina para dominar los malos instintos. Así, pues, los seres humanos se hacen sociales y civilizados de manera artificial por medio de la educación.
El espíritu del hombre, por otro lado, tiende a estar cargado de obsesiones y preocupaciones; para eliminar éstas es preciso una limpieza mental; con el objeto de optar entre distintas alternativas el espíritu debe asentarse en el Tao; para ello es necesario que el espíritu del hombre esté «sereno, unificado y vacío». El vacío mental se refiere aquí a la falta de prejuicios, de forma que los conocimientos obtenidos no influyan en la consecución de nuevos aprendizajes.
Una de las partes más interesantes del Xun zi es aquella en la que se señala lo valioso de conducir nuestros afanes sobre todo hacia el mundo espiritual.
martes, 5 de enero de 2010
LA CORRIENTE IDEALISTA Y LA CORRIENTE REALISTA
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