jueves, 12 de marzo de 2009

MEMORIA Y VINDICACION

¿Cuándo empezó a manifestarse la desigualdad de las mujeres? Claude Lévi Strauss, uno de los padres de la antropología moderna, se remonta al inicio de la construcción de las relaciones sociales como el momento de la aparición de una valoración diferenciada de hombres y mujeres. Las mujeres eran objeto de intercambio, mientras que los hombres eran dadores y tomadores de mujeres.

La interrogante sobre el por qué de la desigualdad de las mujeres se da por primera vez en la antigua Grecia. Las mujeres en esta sociedad tenían la condición de los niños y los esclavos; es decir, no accedían a la ciudadanía. Esta práctica era sustentada por los mitos, que presentaban dos proyectos de ser humano, el masculino y el femenino, cargados de significados opuestos.

Los sofistas son los primeros en levantar el tema, pues valoraban la cultura con sentido de justicia y virtud política, como una necesidad del ser humano para sobrevivir. Platón responde en “La República”, proponiendo la misma educación para hombres y mujeres.

Aristóteles sistematizará racionalmente las valoraciones opuestas del hombre y la mujer: “por naturaleza, el uno es superior; la otra, inferior; por consiguiente, el uno domina; la otra es dominada” (“La política”). Para la filósofa Celia Amorós, Aristóteles inaugura la tradición de pensadores que legitiman la visión del hombre como razón y cultura y de la mujer como naturaleza. La mujer-naturaleza no accede al estatuto de la individualidad “que es el estatuto cultural por excelencia” y, por lo tanto, no accede a la autoconciencia que ella implica.

Amorós distingue dos tipos de discurso sobre las mujeres. El primero, anterior a la aparición del feminismo, que denomina “memorial de agravios”, recoge las quejas de las mujeres ante la situación social en que vivían, pero no cuestiona la diferencia de poder frente al varón. Un ejemplo es la obra “La ciudad de las damas” de Christine de Pizan (Italia, 1364-1430), que significó una de las primeras manifestaciones del debate conocido como la “querelle des femmes” que estaría presente en Europa desde el siglo XV hasta el XVIII.

El segundo es el “discurso de la vindicación”, a través del cual se va generando la noción de igualdad. Es hijo de la Ilustración, contexto en el que la demanda por la igualdad de las mujeres se hace pública y colectiva, en el marco del discurso ilustrado sobre la libertad y la igualdad. Su principal teórico, Rousseau, niega a las mujeres no solo estos derechos, sino también su libertad y autonomía, que eran principios fundamentales de la Ilustración.

Surgen voces cuestionadoras, como la de Condorcet, que aboga por “la mitad del género humano”, que tiene “el mismo derecho que los hombres a la instrucción pública” y afirma que se han violado todos los principios de igualdad al excluirla del derecho de la ciudadanía (1790).

Mary Wollstonecraft, en “Vindicación de los derechos de la mujer” (1792), reivindica la moral de la individualidad de las mujeres y la capacidad de elegir su propio destino. Olympe de Gouges proclama la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, y muere en la guillotina por faltar a sus deberes de esposa y de madre (1793).

En este debate se va construyendo la teoría feminista, alimentada por las demandas políticas del mismo movimiento. No solo mujeres van a aportar a ella, también filósofos como John Stuart Mill y John Locke, entre otros, que van a señalar que la exclusión de las mujeres tiene sus bases en prejuicios arraigados en la humanidad. El sufragismo también aporta a este debate a partir de su demanda al derecho al voto y a la educación.

Este período se cierra con la publicación de “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir (1949) que busca explicaciones a la desigualdad de la mujer a través de una mirada interdisciplinaria. El discurso de la desigualdad adquiere otras características y, aunque hoy esta obra sea objeto de muchos debates, inaugura una nueva época, no solo para la teoría feminista, sino también para su práctica.

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