or: Fanni Muñoz C
Corre velo, corre con tu luz brillante, sobre ti cabalga el progreso.
Theódore Deckert, 1890
En Lima, las primeras bicicletas o velocípedos se vieron en 1890. Fueron traídas desde Europa por los hermanos Miró Quesada. Este ejemplo fue seguido por estudiantes, comerciantes y profesionales, procedentes de sectores altos y medios como Pedro de Osma, Carlos Gildemeister, Arturo Crosby y Max Jacoby.
Si bien la bicicleta era un aparato costoso, las casas de alquiler fueron una alternativa para todo aquel que quisiera lanzarse a la aventura. La repercusión de la bicicleta en la sociedad fue de tal magnitud que el 12 de enero de 1897, en el Teatro Olimpo, se estrenó la pequeña obra “En bicicleta” compuesta por el dramaturgo peruano Manuel Moncloa y Covarrubias.
Aunque el discurso acerca de la importancia y beneficios del ciclismo iba dirigido a los hombres, enfatizando el aspecto varonil de dicho deporte, las señoritas también mostraron mucho interés. Como anotaba El Comercio, las muchachas asistían al Parque de la Exposición —lugar que se convirtió en un espacio ideal para practicar el ciclismo— donde podían realizar sus primeras maniobras sin ningún temor, puesto que había una avenida para aprendices.
Entre los beneficios que se le asignaron al ciclismo para las mujeres era el relacionado con su salud. Según Luis Varela Orbegoso, autor de la conferencia “La educación física de la mujer”, dictada en la Universidad Mayor de San Marcos en 1899, “La bicicleta era muy saludable para las pobres de sangre y de oxígeno. Activa la respiración y tonifica el sistema nervioso, favoreciendo ciertas articulaciones”. Pese a estas recomendaciones, recién en 1907 se registró una carrera de ciclismo en la pista del Club Lima y donde, como señala el periodista de la revista “Aire libre”, “tomaron parte las señoritas Navarro Mar Guislain, Marta Quistorff y Anita Gaffron. La victoria correspondió a la Srta. Quistorff (...) la aplaudieron a rabiar”.
Deporte y emancipación de la mujer
Para las mujeres de la élite, esta nueva diversión marcó una clara diferencia con entretenimientos a los que estaban habituadas, como las tertulias, en los que el estereotipo de la mujer se asociaba con la coquetería y la vida alegre y frívola, propios de sociedades cortesanas. El ciclismo se constituyó en una apropiación del espacio y de la libertad que revolucionó a la sociedad limeña, pues ellas estaban confinadas a una vida sedentaria y rutinaria.
Los periódicos y revistas de la época dan cuenta de la importancia que tuvieron los deportes en la emancipación femenina. Los deportes favorecieron la libertad de acción de las mujeres. La moda se tuvo que hacer más funcional para las nuevas necesidades que imponían deportes como el ciclismo. Quizás hay que comprender estos pequeños detalles para ver los avances en la liberación de la mujer. De un cuerpo aprisionado se pasa a un cuerpo más libre.
Con el ciclismo las mujeres comenzaron experimentar un mundo libre, con fronteras amplias; al mismo tiempo, este deporte se convirtió en un símbolo del ser moderno y se vinculó con lo nuevo y con una nueva estética.
En el caso de las mujeres, la práctica de este deporte fue objeto de polémica por parte de la comunidad médica y cierto público. Se creía que esta actividad podía masculinizar a las mujeres, hacerles perder la virginidad o despertar en ellas una especie de masturbación deportiva. Frente a estas opiniones adversas, otras voces se erigieron a favor. Para la revista “El sport”, montar bicicleta era aconsejable para tener una buena salud, conservar la belleza femenina y favorecer la crianza de la familia. La polémica sobre el empleo de la bicicleta por parte de las mujeres, en el fondo, sacaba a la luz el problema de la redefinición de los roles sexuales que se estaba produciendo durante estos años. El papel doméstico de la mujer comenzaba a cambiar. Desde este punto de vista, la bicicleta era un elemento que propiciaba el mundo hacia “afuera”.
[*] Fanni Muñoz Cabrejo. Coordinadora Área de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, PUCP,.
+ Las fuentes
El presente artículo ha sido tomado de Fanni Muñoz Cabrejo: “Diversiones públicas en Lima (1890-1920): la experiencia de la modernidad” (Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2001, págs. 21-219) y, de la misma autora, “¡Todo está bien, pero que no se parezcan a los hombres! Las mujeres y la aventura de los deportes. Lima a inicios de siglo XX” (ponencia presentada en el XXIII congreso de la Latin American Association, Washington, 5 al 9 de setiembre, del 2001).
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