martes, 21 de diciembre de 2010
LOS INMORTALES
Hace apenas unas horas
yacíamos mortecinos;
abandonados a nuestra suerte
como las olas a la perturbada luna,
plagiando vidas y almas de desconocidos,
ocultos entre opulentos e indigentes.
Y ahora, en este fugaz claro de tiempo,
prófugo de lo miserable, nos consumimos;
del sometimiento y la desidia caímos
en un holocausto de sabores impíos
y pieles dilatadas, al frío desde el calor,
y a las risas por el lamento.
Amor, sometamos la eternidad
al servicio de esta vorágine,
mengüemos el infinito hasta
conseguir ser inmortales,
desnudemos lo invisible para
perdurar en la noche y el silencio
a gritos indescifrables.
Hidra insaciable de fuego te imaginé,
cuyo único objetivo eran mis lavas;
sin pensar, sin saber, a costa de todo,
como si nada más te pudiese
mantener con vida.
Oremos a este momento,
idolatremos este instante,
creemos un nuevo Dios
que justifique el no salir nunca
de tu sed y de mis fuentes.
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